Follione

En el sector de los servicios funerarios, persiste un equilibrio entre las sepulturas clásicas y otras más innovadoras y ecológicas. Por su sencillez, las tumbas, osarios y nichos se adaptan bien a este propósito, aunque los panteones en Muros y otros municipios también tienen su mercado. Más puntual es la demanda de mausoleos, construcción grande y costosa. Pero ¿en qué se diferencian estos espacios fúnebres entre sí?

Por un lado, el nicho se diferencia de la tumba por su mayor economía espacio, el precio asequible y la sustitución de la lápida por una placa conmemorativa. El DRAE recoge el término como un «hueco practicado en un muro para alojar algo dentro, especialmente el que sirve para depositar cadáveres o sus cenizas en un cementerio»

La tumba, en cambio, es definida por la Academia como una «obra levantada de piedra en que está sepultado un cadáver», o sencillamente como un «lugar en el que está enterrado un cadáver». Esta palabra, en un sentido amplio, abarca múltiples tipos de enterramiento, pero la imagen más comúnmente asociada con tumba es la sepultura de tierra con su correspondiente lápida vertical.

Nichos y tumbas guardan similitudes con el columbario, una estructura que sin embargo está dedicada a albergar cenizas y no cadáveres. Se compone de múltiples compartimentos (la palabra proviene de columbarium o «palomar») situados en cementerios, iglesias y otros templos religiosos. Semánticamente, otros términos próximos a columbario son osario y cinerario, que igualmente son unidades de enterramiento donde se depositan las cenizas o restos mortales.

Los panteones dan sepultura a familias y otras colectividades que así lo dispusieron. En algunos casos, este «monumento funerario destinado a enterramiento de varias personas», citando el DRAE, puede alcanzar una notable altura artística. Así lo demuestra el panteón de la familia Batlló i Batlló.

Por su parte, los mausoleos están consagrados a políticos, militares, potentados y otras personalidades similares. Su arquitectura monumental se propone, además de remarcar la individualidad de fallecido, dar la medida de su grandeza en vida. Para muestra, los mausoleos de Lucio Emilio Lupo en Zaragoza y del general Prim en Reus.